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Los miles de espectadores que llegaron sólo para observarlo a él se pusieron de pie, lo aclamaron, lo llevaron en andas y le proclamaron La Maravilla Negra. Fue el mejor futbolista de los Juegos en los que la celeste consiguió su primera medalla de oro y despertó devoción en las parisinas.
Estaba a punto de cumplir los 23 años y tenía el mundo a sus pies. Esos tiempos, en los que no se pedían autógrafos, aunque se trataba de usted a los fenómenos del fútbol y se le rendían homenajes al más alto nivel, José Leandro Andrade vestía la camiseta de Bella Vista. Porque fue el club auriblanco en donde el half dio el salto a la fama.
Habia llegado de Reforrners a los papales en 1923 por su amistad con José Nasazzi, el gran capitán de Bella Vista y del fútbol celeste, y se instaló para disfrutar de años inolvidables en la cancha de Agraciada y Bulevar Artigas.
Allí pasó los días más felices en el fútbol uruguayo. Después llegaron Nacional y Peñarol, pero nada comparable con las tardes de fútbol con el equipo Papal.
Andrade fue campeón Sudamericano en 1923 y 1926 y, debido a que la fama también marea, estuvo a punto de perderse los Juegos Olímpicos de 1928 -en primera instancia no quiso viajar-, aunque unos días después que se fue la delegación se embarcó para defender el oro en Amsterdam. Y repitió en el Mundial de 1930, en Montevideo.
El salteño fue la atracción del equipo o la selección en la que jugara. Sucedió en la gira de 1925, en la que reforzó a Nacional en su periplo por Europa y en la de 1930-1931 de Bella Vista por las tres Américas, en las que el público llenaba los estadios sólo para observar los movimientos que lo habian hecho famoso en el mundo entero.
El único título en el Campeonato Uruguayo lo logró en el primer año del profesionalismo, con Peñarol en 1932.
Pero como buen boomerang que es el fútbol y en el que no perdona ni al más campeón, en 1957 La Maravilla Negra falleció en silencio y en la pobreza que le acompañó tanto tiempo, en la que nació en La Cachimba de Salto, a comienzos del siglo, y la que vivió en Montevideo. Aunque durante una década haya sido el mejor jugador del mundo y al que todos iban a observar donde fuera.